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PRIMERA ENCÍCLICA DE FRANCISCO: «Laudato sii»
Sandro Magister, rompiendo costumbres, ha filtrado ya el lunes el documento, que aparece este jueves. Le ha costado la acreditación...

 
La encíclica: «LAUDATO SII» de Francisco
 
La encíclica, de 246 puntos y firmada el domingo de pentecostés, da comienzo con el cántico de las criaturas de San Francisco de Asís, para a continuación lamentar el daño que con nuestros pecados hacemos en la “hermana agua, hermana tierra”.
 
En la introducción, Francisco hace un repaso a las palabras de sus predecesores, desde Pablo VI hasta Benedicto XVI, sobre el cuidado de la naturaleza. Decía este último que “el libro de la naturaleza es uno e indivisible” y que “el daño a la naturaleza está estrechamente unido a la cultura que modela la convivencia humana”. A continuación, prosigue su introducción Francisco citando textos de líderes no católicos que también lamentan el daño a la creación por parte del hombre, como el caso del Patriarca Bartolomé. La introducción termina con la cita de S. Francisco de Asís, para el Papa “el ejemplo por excelencia del cuidado de lo débil”, que nos invita a “reconocer en la naturaleza un libro espléndido en el que Dios nos habla de su belleza”.
 
El capítulo primero de la encíclica se titula “Lo que está ocurriendo en nuestra casa”, y en él analiza Francisco “los cambios climáticos”, que afectan especialmente a los países subdesarrollados, la cuestión del agua, la pérdida de biodiversidad, el deterioro de la calidad de vida y las desigualdades planetarias, concluyendo con la diversidad de opiniones al respecto. En este sentido, señala el Papa en el punto 61 que “sobre muchas cuestiones la Iglesia no tiene una voz definitiva, sino que debe promover debates científicos honestos”, aunque sostiene que “basta mirar la realidad con sinceridad para ver que existe un grave deterioro de nuestra casa común”.
 
El segundo capítulo se titula “El Evangelio de la Creación”, y versa sobre la luz de la fe y la sabiduría del relato bíblico, alrededor del destino universal de los bienes. Para el Papa “creyentes y no creyentes estamos hoy de acuerdo en que la tierra es una heredad común cuyos frutos deben ir en beneficio de todos”. Recuerda el Papa que si bien la Iglesia reconoce un derecho a la propiedad, sobre éste “pesa una hipoteca social, porque los bienes sirven para el fin que Dios les ha dado”. En ese sentido, el medio ambiente es “un bien colectivo, patrimonio de toda la humanidad y responsabilidad de todos”.
 
El Papa dedica el tercer capítulo de Laudato Sii a analizar “la raíz humana de la crisis ecológica”, por la “globalización del paradigma tecnocrático”. Denuncia el Papa que “la inmensa crecida tecnológica no ha estado acompañada de un desarrollo del ser humano en lo que respecta a la responsabilidad, los valores y la conciencia”.

El cuarto capítulo trata de construir una ecología integral, diferenciando entre ecología ambiental, económica, social, cultural y de la vida cotidiana, remarcando en todo caso la justicia con las generaciones venideras y el principio del Bien común: “El Bien común presupone el respeto de la persona humana como tal, con derechos fundamentales e inalienables ordenados a su desarrollo integral.”
 

El quinto capítulo propone algunas líneas de orientación y acción, en los que propone el diálogo entre política, economía y el dialogo entre fe y ciencia. En ese punto (170) critica el Papa que el sistema de cuotas de emisión establecido por Kyoto tiene el peligro de imponer a los países pobres condiciones similares a las de los países ricos, penalizando así a los países más desfavorecidos. Máxime cuando esos derechos de emisión son objeto de negociación en mercados secundarios, generando una especulación que no colabora con la reducción de la contaminación. Asegura el Papa, en ese sentido, que para los países pobres la prioridad política debe ser la erradicación de la miseria y el desarrollo de sus habitantes, mientras que la reducción de contaminaciones debe ser siempre promovida con el apoyo de los países ricos.
 
El sexto capítulo y último de la encíclica, titulado “Educación y espiritualidad ecológica”, propone apuntar hacia otro estilo de vida, educando en la alianza entre la humanidad y el ambiente.
 
En los puntos 15 y 16 de la encíclica, últimos de la introducción, el Papa resume lo que es su intención y la estructura del documento:
 
15. “Espero que esta encíclica, que se suma a la doctrina social de la Iglesia, nos ayude a reconocer la magnitud, la urgencia y la belleza del reto al que nos enfrentamos. En primer lugar, voy a hacer un breve recorrido por diversos aspectos de la crisis ecológica actual con el fin de tomar los mejores frutos de la investigación científica ya está disponible. A partir de esta visión general, me ocuparé de algunos de los argumentos que nacen de la tradición judeo-cristiana, con el fin de dar mayor coherencia a nuestro compromiso con el medio ambiente. Después voy a tratar de llegar a las raíces de situación actual, con el fin de no  entender solamente los síntomas, sino también las causas profundas. Así podremos proponer una ecología que, en sus diversas dimensiones, integran el lugar específico que el ser humano ocupa en este mundo y sus relaciones con el mundo que le rodea. A la luz de tales reflexiones quisiera dar un paso al frente en algunas lineas de diálogo y de acción que involucran a cada uno de nosotros o a la política internacional. Por último, ya que estoy convencido de que cualquier cambio necesita de motivaciones y de un viaje educativo, voy a proponer algunas líneas de desarrollo humano inspirado en el tesoro de la experiencia espiritual cristiana.”
 
16. Cada capítulo, aunque tiene su propio tema y una metodología específica, toma a su vez, desde una nueva perspectiva, los temas importantes tratados en los capítulos anteriores. Esto se refiere especialmente a algunos pilares que atraviesan toda la Encíclica. Por ejemplo: la relación íntima entre los pobres y la fragilidad del planeta; la creencia de que todo en el mundo está estrechamente relacionado; la crítica del nuevo paradigma y las formas de poder que surgen de la tecnología; una invitación a buscar otras formas de entender la economía y el progreso; el valor intrínseco de toda criatura; el sentido humano de la ecología; la necesidad de debates sinceros y honestos; la grave responsabilidad de la política local e internacional; la cultura del descarte y la propuesta de un nuevo estilo de vida. Estos temas no están cerrados o abandonados, sino que constantemente se toman y son enriquecidos.
 
   
   
   

Por qué es una vergüenza el naufragio de Lampedusa  (V. Montagud)


Hasta los vigilantes fronterizos de Lampedusa, acostumbrados a los naufragios, lloraban a lágrima viva al llegar a puerto. La diferencia, esta vez, era el número de víctimas. Tres centenares de personas habían muerto al naufragar una barcaza. Entre las víctimas había mujeres embarazadas y muchos niños. Algunos, con zapatos nuevos, un doloroso símbolo de esperanza en una vida mejor. Demasiado triste incluso para los equipos de salvamento

El naufragio de Lampedusa ha tenido impacto mundial por el número de víctimas y, también, porque el Papa Francisco ha encontrado la palabra adecuada para condenarlo. Porque no es una catástrofe natural, como los huracanes o los terremotos, imposibles de prever. Tampoco es sólo una tragedia. La muerte de 300 personas ahogadas intentando llegar a Europa, como dijo el pontífice, es una vergüenza. Estas son, creo, algunas razones:
 

Cuántos vienen
 

No es cierto, como se ha publicado, que se esté produciendo una avalancha de inmigrantes y refugiados que amenace la seguridad y la estabilidad de la Unión Europea. De hecho, en 2012 se redujeron el 49%, según el informe Annual Risk Analysis 2013 de Frontex.  El año pasado entraron ilegalmente en Europa 73.000 personas. Por primera vez, desde que hay estadísticas fiables, son menos de 100.000. Y la caída es especialmente significativa en el Mediterráneo central. El flujo migratorio que finaliza en Italia, procedente del norte de África, ha disminuido el 82%.

Llegan menos personas, sobre todo, por el incremento de las medidas de seguridad en la frontera sur de Europa. Pero, también, por la colaboración de los gobiernos del Magreb. Como resultado, hay miles de personas sobreviviendo al acoso de las fuerzas de seguridad de países como Argelia o Marruecos, y sólo se atreven a saltar el muro –cada vez más alto- los más desesperados.
 

De dónde vienen

La mayoría de los que entran en Europa de forma irregular proceden de Afganistán (18%), aunque en 2012 se disparó el 389% la llegada de sirios y aumentó también de forma considerable la llegada de libios, somalíes y eritreos. Por tanto, no sólo vienen buscando una vida mejor: huyen de una guerra civil sangrienta (Siria), de un estado casi fallido (Libia), de una dictadura hermética y asfixiante (Eritrea) o del desastre total (Somalia). La mayoría no buscan instalarse entre nosotros para fundar una familia y progresar. Buscan la supervivencia.
 

Qué falla en la Unión Europea

La muerte de estos inocentes en el Mediterráneo es una vergüenza para la Unión Europea porque demuestra su fracaso en el cometido más importante de cualquier gobierno nacional o supranacional: garantizar el derecho a la vida de las personas.  Es cierto que las misiones operativas como Frontex han rescatado a 16.000 náufragos en el Mediterráneo durante los dos últimos años pero son decenas de miles -nadie sabe cuántos con exactitud- los que han muerto. Y la Unión es capaz de consensuar hasta el tamaño mínimo de los calabacines para la exportación, pero no algo tan fundamental como las políticas migratorias, de las que dependen vidas humanas.
 

La responsabilidad de los gobiernos

Gracias a esta falta de acuerdo en la UE –responsabilidad de los países miembros- es posible que una ley obligue en Italia a dejar morir a personas en el mar de Lampedusa,  que el gobierno socialdemócrata de Francia expulse en autobuses a ciudadanos europeosde etnia gitana o que en España un ciudadano polaco de 23 años y 30 kilos de peso muera de desnutrición en un albergue después de recibir el alta médica en el hospital Virgen del Rocío. Hay muchos más ejemplos.
 

El papel de los medios de comunicación

En el fondo, todo ello es posible porque también a los ciudadanos que elegimos a nuestros gobiernos nos cuesta situarnos en el lugar del Otro, especialmente si tiene un color de piel o una religión diferentes. Dirán que ahora me deslizo por la demagogia, pero ¿qué hubiera pasado si en vez de una barcaza con 500 inmigrantes y refugiados se hubiera hundido un crucero de lujo con 500 turistas occidentales? Habría enviados especiales de los medios de comunicación en Lampedusa durante semanas.
 

También los medios de comunicación tienen su parte de culpa. Decía Aldous Huxley que “sesenta y cuatro mil repeticiones hacen la verdad”. Y a fuerza de repetir que todas las personas que llegan en barcazas desde el norte de África son “inmigrantes” acabamos olvidando que muchos de ellos son en verdad refugiados o solicitan asilo y tienen derecho a una protección jurídica mayor porque está en riesgo su vida.


“Nosotros” frente a “ellos”

Seguimos publicando que los extranjeros llegan en “avalanchas”, “oleadas” o “asaltos masivos”, aunque no sean más de 40 ó 50 personas las que se han dejado la piel en las alambradas de Ceuta o Melilla. En cambio, no utilizamos los mismos términos para referirnos a los 700.000 españoles han tenido que salir del país por culpa de la crisis, ciudadanos que han optado por la “movilidad exterior”. Esta contraposición entre la imagen mediática de “nosotros” y de “ellos” también está en el origen de la falta de empatía ante las tragedias recuerrentes en el Mediterráneo.
 

Todos los países tienen derecho a proteger su seguridad pero llama la atención que en este mundo ahora ya casi totalmente globalizado sea imposible consensuar unas normas más eficaces para impedir tantas muertes. Como, por ejemplo, la concesión de visados por razones humanitarias. Todos somos responsables en mayor o menos medida en los diferentes estratos de la vida pública. Aunque sea por omisión. Por eso decía el Papa que el naufragio de Lampedusa es una vergüenza. Una vergüenza que simbolizan los zapatos nuevos de esos niños ahogados en Lampedusa.
 

Fuente: Blog del autor

     
  «BAKE BIDEAN ADISKIDETU» Por Carmen TORRES RIPA


 
Haz lo que puedas
 
Es primavera en Euskadi y la marcha por la paz es un encuentro emotivo con la estación. Los montes de los alrededores estarán blancos y los espinos empiezan a florecer. También hay margaritas y soles amarillos en las campas. Este sendero de l apaz es corto, solo dos kilómetros sin prisa. La paz la vamos tejiendo lentamente porque hay muchos cabos dispersos que conforman esta palabra tan corta y tan llena de significado. Querido amigo que me lees, para llegar a la paz haz lo que puedas, con lo que tengas y donde estés. Es un eslogan fácil que no exige heroísmos porque, al fin, estamos condenados a entendernos en este pueblo sufriente. La paz se compra con sangre y muerte, la reconciliación solo con el diálogo. Decía alguien que sabía mucho que cuando puedes recordar entonces estás preparado para el perdón. Anualmente, en Bolívar, se cimienta ese perdón con una marcha por la paz, envuelta en el aroma del paisaje que renace cada año.
 
Los dos kilómetros que separan el pueblo del monasterio de Zenarruza tienen un objetivo secreto. Pensar, meditar en la intimidad de nosotros mismos, es ese gran reto para nuestro pueblo de la reconciliación. “Quiéreme –decía José Luis Álvarez Santacristina- te pido que me quieras a pesar del daño que he hecho”.
 
La cita de San Pablo
 
Siempre nos envuelve el mismo misterio del amor. ¡Quiénes somos nosotros para juzgar! En la convocatoria de este año hay una cita de San Pablo: “No paguéis a nadie mal por mal. Procurad hacer lo bueno delante de todos. Hasta donde dependa de vosotros, haced lo posible por vivir en paz con todos. Queridos hermanos, no os toméis la justicia por vuestra mano, y sino dejad que sea Dios quien castigue; porque el Señor dice en la Escritura: “A mí me corresponde hacer justicia; yo pagaré.” Y también: “Si tu enemigo tiene hambre dale de comer; si tiene sed dale de beber. Así harás que le arda la cara de vergüenza.” No te dejes vencer por el mal. Al contrario, vence con el bien el mal”.  
 
Los organizadores de esta IV Marcha por la Paz a Ziortza quieren iniciar la espiral de la reconciliación con un lema, Bake bidean adiskidetu (reconciliación en el camino hacia la paz) porque “este año, aunque la violencia se ha desactivado –como dice el párroco de Amorebieta, Antonio Linaza-, seguimos rezando pues no hemos llegado aún a lograr una convivencia en paz”.
 
Los participantes de estos dos kilómetros de oración serán recibidos por los monjes y allí, en al colegiata –donde los muros acunan los rezos de tantos cistercienses-, rezarán todos juntos la oración por la paz. Un cántico a Dios entonado por hombres de buena voluntad. “Queremos ser agentes de reconciliación –dice la oración- en el camino hacia la paz. Una paz fundamentada en la verdad, justicia y perdón”.
 
Amuletos de buena voluntad, flores y perdón. Regale una rosa en el mes de marzo.
 
Carmen Torres Ripa es periodista y escritora.
 
       
       
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